7.5.11

20's

Ya en sus últimos años, cuando el severo Alzhaimer que sufría le dejaba hilar algunas ideas, Riera se preguntaba si el hecho de que la Rucia siguiera apareciendo en sus sueños era una prueba de que aún le quedaba algo de tiempo para vivir con su esposa muerta o que simplemente ella se había vuelto hábil en esquivar esa goma que pasaba todos los días por su memoria. Debido a ello, cada vez que lograba engañar a las enfermeras, se comía un lápiz con el fin de que la Rucia le ayudara a reescribir lo olvidado. Con el tiempo las enfermeras se dieron cuenta de la falta de lápices, ya que en sus delirios el poeta describía su plan, explicando en detalle la razón de comer amargas lapiceras. En respuesta, las enfermeras fueron turnándose para hacer lápices de chocolate o mazapán con los cuales fingían escribir, para luego dejar "casualmente" en el velador de Riera.

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