17.2.11

Cuando tenga un hijo/a...

...de pequeño/a le enseñaré a decir la verdad y cuando crezca le enseñaré a mentir con criterio.

14.2.11

20's

Una pequeña idea empezó a rondar la cabeza de Riera. Al principio partió como una tonntera, pero pronto se convirtió en una preocupación mayor. El poeta dejó de comer dormir para pasar sus tardes y noches frente a una pizarra con muchos símbolos matemáticos. Pronto el roñoso departamento empezó a llenarse de libros acerca de probabilidades, ecuaciones, estadística y otros similares. La Rucia, quien siempre supo lo "especial" que era Riera, había empezado a preocuparse por la cordura del hombre, ya que cada vez que le preguntaba en que trabajaba él ponía cara sepulcral y cambiaba de tema. Decidió entonces seguirlo a todos lados. En cualquier caso "todos lados" era sólo hasta la biblioteca, donde el nombre de Riera aún resuena por ser el único en leer todos los libros de matemáticas disponibles.

Luego de diez días, una Rucia ya histérica decidió comenzar a dormir en el sillón por si Riera se desmayaba o si había que evitar que saltara por la ventana. Esa noche la despertó una respiración agitada y un Riera emocionado que intentaba explicarle una complicada ecuación en un lenguaje que ella no entendía. Todo lo que logró comprender fue su frase final.

-Es improbable, pero tú si estás aquí-

10.2.11

20's

-Rucia, ¿Estás despierta?-
-No-
-¿Quieres escuchar una historia?-
-No-
-Quiero llegar a viejo contigo-
-¿Esa es tu historia?-
-Esa es-
-Eso no es una historia-

Sin dejar de darle la espalda, la Rucia sonrió y se acomodó entre los brazos de Riera. Siguieron durmiendo así hasta que entre ambos sumaron una cantidad enorme de años y arrugas.

7.2.11

20's

Tanto en las noches como en los días, un calor más propio del trópico que de estos lados del planeta inundaba la pieza de Riera. El tiempo había pasado por él y no recordaba si ya había muerto o no. Los hechos le indicaban que esta hipótesis tenía cierto grado de plausibidad, ya que aún mantenía largas conversaciones con su difunta esposa, pero especialmente porque se había vuelto famoso, algo que le suele suceder a los artistas muertos con más frecuencia que a los vivos. Por azares del destino su obra coíncidía en ciertos tópicos con la una corriente europea que era post-algo, lo que la hacía "única e interesante" para la comunidad intelectual, la cual sólo ocupa esos calificativos para algo que tiene mediana coherencia lógica y no comprende bien, pero todos dicen entender y admirar. Riera estaba en la cima, ganaba millones por no hacer nada y la prensa interpretaba como manifestaciones políticas aquellos eruptos que no retenía sólo porque tenía las mandíbulas muy viejas.

3.2.11

Breves

En aquel segundo eterno de la caída de su silla, recordó como había llegado a ese momento y lugar. Cerró el resumen con un sentimiento de conformidad que era completamente incoherente con el montón de carencias que había vivido.

Murió apenas su cabeza tocó el piso.

Paralelamente, en la mesa de al lado

En su siempre inadecuada misericordia, Francisco decidió no dejar caer su afilada lengua en la entrepierna de Alicia, tal como ella deseaba. Buscó una excusa medianamente creíble (tampoco le importaba mucho si ella la creía o no) para justificar su falta de interés y salir de aquella cita perfecta, pero carente de contenido emocional verdadero. Ambos habían ido por no estar solos y, aunque la pasaron bien juntos, dicha condición predecesora limitaba la capacidad de encuentro de ambos. En un mundo paralelo, donde ninguno de los dos cargase mochilas tan pesadas la conexión habría sido tan estable como las promesas de Francisco y tan duradera como el resto de las relaciones de Alicia.