30.8.07

20's


...Riera, remedo de hombre. Nunca supiste cuidar de la rubia Esther como se lo merecía una ramera como esa. En vez de hacer lo que todos hicieron con ella la miraste con ojos eternos. Le regalaste tus mejores poemas (aún siendo los mejores tuyos, seguían siendo malos) y la cobijaste en vez de golpearla. Llorabas un par de horas porque ella siempre se escurría de tu cama antes del amanecer, pero seguías recibiéndola bajo tu techo cada noche con un café en el velador, aún cuando el olor de otro en su piel fuera más fuerte que el tuyo...

16.8.07

20's

A todos los presentes no les cupo la menor duda. Josefino no era poeta. Era otro cuico más con suficiente dinero para pagar la hora en el auditorio más caro de Santiago. Para los Riera ese fue su intento final con Josefino. No intentarían que fuera un hombre de bien nunca más. Lo dejarían a su suerte y, si la fortuna les sonreía, lo atropellaría un tranvía por recorrer ebrio la Alameda. No lo odiaban, sino todo lo contrario. Era el hijo predilecto de su médico padre y su largamente apedillada madre. Lo adoraban, pero no había talento alguno en él y todos los Riera, a excepción del propio Josefino, lo sabían.

20's

Esther soltó una lágrima, Josefino dos, Esther tres. Josefino cuatro, Esther cinco...así siguieron sumando lágrimas hasta que se aburrieron de jugar.