30.8.07

20's


...Riera, remedo de hombre. Nunca supiste cuidar de la rubia Esther como se lo merecía una ramera como esa. En vez de hacer lo que todos hicieron con ella la miraste con ojos eternos. Le regalaste tus mejores poemas (aún siendo los mejores tuyos, seguían siendo malos) y la cobijaste en vez de golpearla. Llorabas un par de horas porque ella siempre se escurría de tu cama antes del amanecer, pero seguías recibiéndola bajo tu techo cada noche con un café en el velador, aún cuando el olor de otro en su piel fuera más fuerte que el tuyo...

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