3.2.11

Paralelamente, en la mesa de al lado

En su siempre inadecuada misericordia, Francisco decidió no dejar caer su afilada lengua en la entrepierna de Alicia, tal como ella deseaba. Buscó una excusa medianamente creíble (tampoco le importaba mucho si ella la creía o no) para justificar su falta de interés y salir de aquella cita perfecta, pero carente de contenido emocional verdadero. Ambos habían ido por no estar solos y, aunque la pasaron bien juntos, dicha condición predecesora limitaba la capacidad de encuentro de ambos. En un mundo paralelo, donde ninguno de los dos cargase mochilas tan pesadas la conexión habría sido tan estable como las promesas de Francisco y tan duradera como el resto de las relaciones de Alicia.

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