22.7.07

Marambia (continuación)


…Trenecitos…regresiones…tiempo seguro…infancia…

El pasajero de enfrente, un hombre de mediana edad y obviamente más curioso, llamó al encargado para preguntarle que ocurría.

-Es el espectáculo nocturno.- dijo el empleado.

…El hombre miró con extrañeza al encargado, pero intuyó que no le entregaría más información…la lógica y la formalidad se encontraban demás…Los rieles se armaban frente a los trenes con un ritmo perfecto y eso bastaba…El espectáculo brindado por esos trenes era algo que pocos veríamos, posiblemente reservado para una minoría selecta, de la cual no creía merecer ser parte…Pero allí estaba y eso significaba que era distinto al resto, vería más que otros y disfrutaría de espectáculos como éste, los cuales probablemente me costarían la razón…El precio no sólo era justo, sino que necesario…Ningún cuerdo podría disfrutar de funciones como esta y las que, con acierto, supuse que vendrían…Más adelante y dependiendo del humor del dramaturgo, vería mis miedos con tal intensidad que debería huir de la sala asqueado, mutilado y sangrante, para entrar a otras donde repondría lo perdido, volvería al pasado y viviría mi existencia tal como escrito la viviera…

Del embobamiento pasé al recuerdo y de él a los primeros toques del olvido. No pude retener los detalles por mucho y me desconcentré en otros asuntos. Reaparecieron las preocupaciones cotidianas y entre ellos la desaparecida Marambia. Habían pasado tres horas y ya era tiempo de que regresaran. Los traería de vuelta con toda la amabilidad posible, aunque si pasaba por vulgar o mal jugador me importaba poco. Me dirigí al bar, pero no estaban allí. Supuse que se encontrarían en los vagones de carga, aprovechando la oscuridad del lugar. Soborné al encargado y me pasee un rato entre maletas y artículos raros. Vi mi maleta, dos lanzas antiguas, jarrones medievales, un arpa tallada con la imagen de una mujer torturada y un felino amarillento, cuya raza no pude identificar. Ya me iba cuando apunte con mi linterna debajo de un piano cubierto por largas sábanas blancas. Me di la vuelta y salí del vagón. No cabía duda de que ahí se encontraban, pero no quería dar un espectáculo frente al sobrecargo. Marambia y Enrique ahora sabían que los buscaba y volverían pronto a los asientos. En cuanto lo hicieran me correspondía actuar. Debía inventar algo aún más osado para vencer al famoso Enrique y tomar su lugar de privilegio en el submundo mohoso y putrefacto que sostiene el esplendor de los artistas.

Veinte minutos después, ambos entraron al vagón. La camisa de Enrique estaba arrugada y el nudo de la corbata mal hecho. En cambio, Marambia venía tan ordenada y limpia como se había ido. No podía dudar de su experticia en la materia del engaño después de tanto tiempo juntos. Me sentí decepcionado de Enrique por su poca finura y me pregunté si merecía la inmensa fama de gran amante que gozaba. Ambos se sentaron sin mirarme y con actitud indiferente. De inmediato me levanté, tomé el pálido brazo de Marambia y la llevé hacia la puerta del vagón. Era mi turno de jugar y demostrar que podía más que el viejo. En los breves pasos hacia la salida pensé en formas amatorias que ella no conociera, pero no encontré. La historia entre ambos era demasiado larga para novedades. Atravesé primero el portal, pensando que mi amante me seguiría, pero no lo hizo. Se soltó e intentó cerrar la puerta lentamente, como dándome tiempo para que la detuviera. Así lo interpreté y puse mi pie para evitar que cerrara por completo. No era mi intención detenerla o rogarle. Las reglas se respetarían, tanto al seguir juntos como al separarnos. Sólo necesitaba saber algo y podría irme.

Finalmente, formulé la pregunta:

-¿Estás segura?-

Bajó la cabeza unos momentos, aunque supongo que se dedicó a recordar más que a pensar. La decisión había sido tomada hace mucho, pero no ejecutada de inmediato. Probablemente, Marambia también buscó alguna forma para realizar el final dialéctico.

…y tampoco la encontró…Asintió con la cabeza y la odié, algo que no esperaba… Aún así saqué mi pie de la puerta. Ella cerró de inmediato… Me alejé del tren y caminé por el largo patio rojo…Un niño…No entendí porqué aún en mis sueños Marambia decidía alejarse…un niño asustado…y entonces pase de odiarla a odiarme…porque me era imposible retenerla aún en el lugar más oculto… una trampa para niños…Era mi deseo y no podía hacerlo patente… un niño asustado en una trampa…porque la contradicción me había comido…El niño no ve solución…el final feliz estaba vedado por donde se mirase…corre la sangre del niño…y en ninguno de mis planos podía mentir como deseaba hacerlo…el niño se entrega a la trampa…

…Esperaba que fuera distinto…esperaba que no fuera…porque era mi sueño y no el de ella…la mentira que permite respirar…recorriendo el vagón maldito, tomando cócteles con Enrique e invocando a los muertos…riendo junto a él…de mi ignorancia, de mi vida a medias…“Te falta experiencia, pendejo” me dijo…y no pude parar de reír, porque el insulto anunciaba alegrías venideras y me pedía un poco más de aguante…era una promesa…que me alejaba de la navaja y el corte en el cuello…una puerta más en el teatro…con mi nombre y el espectáculo que daba por título…sin gracia, final o moraleja…sin Enrique ni Marambia…sólo yo y lo que deja entrever mi sueño…

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